Para Platón, uno de los filósofos
griegos más importantes, hay tres partes en el alma humana: la que conoce (la
filosófica), la que está llena de ardor y bravura (la animosa), y la que solo
procura la satisfacción corporal (la apetitiva). Por lo tanto –dice-, que debe
haber tres partes en la estructura de la sociedad humana, para que camine
acorde con las personas.
El rey filósofo que Platón
concibe, se encarga del dominio del conocimiento sobre el ánimo y sobre el
apetito del cuerpo político. Es decir, que en la República de Platón los
guardianes del estado deben gobernar como encarnación del mismo principio,
contando con un ejército bravo y celoso a ellos subordinado, y un pueblo o
elemento apetitivo entregado a la obra productiva de la comunidad.
La concepción de Platón es
esencialmente aristocrática y barre todo argumento democrático y todo alegato
sobre la igualdad de derechos, sosteniendo que, en la sociedad, lo mismo que en
el alma humana, la mejor parte debe gobernar en interés del todo.
Tal dogma está apoyado en la
doctrina platónica de la “función”. Cada individuo, de acuerdo con la especial
composición que las tres partes dichas determinen en su alma, tendrá su función
en el sistema social. La función del filósofo es gobernar, por que sólo él conoce
dónde está lo mejor. Los otros dos órdenes no pueden aspirar al mando porque
carecen de semejante conocimiento.
Así, en los orígenes de la teoría
política sistemática, aparecen ya todos los graves problemas que han preocupado
a todas las épocas ulteriores. Quienes se han dedicado al estudio de La República de Platón, se han venido
formulando una serie de preguntas como por ejemplo: ¿Es la autoridad política
materia de derecho humano inalienable, que pertenece al hombre por su sola
calidad de hombre, o es una consecuencia del conocimiento?
El más conocedor o capaz, ¿debe
recibir órdenes o dictarlas?
¿Es la política un campo para
especialistas, o para todos los hombres y mujeres comunes y corrientes? ¿Es la
democracia una mera algarabía incoherente, o bien la voz del pueblo es, en
cierto modo, la voz de Dios?
Y bajo estas preguntas, otra
todavía más fundamental: ¿qué es el hombre; cual es su naturaleza? ¿Cómo deberá
gobernar y ser gobernado?
Desde luego, Platón teorizaba y
predicaba su doctrina práctica en vista, sobre todo, del estado-ciudad de los
griegos. Las ciudades e islas griegas fueron, ciertamente, los primeros
planteles de la teoría política y del experimento consciente en cuanto a
métodos de gobierno. Esto es singularmente aplicable a Atenas que, en el apogeo
de su poder hacia el siglo V (a.c.), parece una república democrática de
ciudadanos plenamente organizados, aunque los esclavos y numerosos forasteros
no tenían la menor injerencia en el gobierno.
Con todo, Platón justificó la
decadencia del imperio ateniense, tras la derrota de Atenas por Esparta en la
guerra del Peloponeso, cuando la gloria de la democracia ateniense se había
extinguido. Su sucesor, Aristóteles, a menudo llamado el padre de la ciencia
política, como de muchas otras ciencias, toma otro rumbo.
Platón se empeña en construir una
república ideal con solo el pensamiento, en descubrir y satisfacer las
necesidades reales del espíritu humano. Aristóteles se contenta más bien en
escoger lo mejor de las formas y métodos usuales en los gobiernos, confesando
que todos dejan algo que desear, pero distinguiendo entre los mejores y los
peores, sobre la base de un laborioso estudio comparado entre las instituciones
de diversos países.
Aristóteles considera que el
estado-ciudad, es el modelo más alto de la civilización que distingue a los
griegos de los “bárbaros”, pobladores del resto del mundo.
El estado que prefiere es, como
el de Platón, un estado aristocrático poco consiente con los esclavos y obreros
manuales. Sin embargo, aboga por una amplia distribución del poder político y
procura trazar una constitución mixta de aristocracia y democracia. Sobre el
hombre, Aristóteles dice que por naturaleza es un “animal social”, lo que hace
que el vivir en sociedad le venga por ley natural y no por coerción o contrato
artificial.
Agrega que la sociedad brota de
la naturaleza humana, y se desarrolla desde la etapa meramente familiar hasta
el adulto estado-ciudad, conforme los hombres progresan en conocimiento y
cultura.
Juntos, Platón y Aristóteles, dan
el tono y fijan el contorno de la teoría política para varias generaciones. La
influencia de Aristóteles se deja sentir con intensidad por todo el periodo
romano llamado de la Edad Oscura y la Edad Media, y así llega hasta los tiempos
modernos.
En cuanto a Platón, muy olvidado
desde la decadencia de Roma hasta la Edad Media, vuelve otra vez a derramar su
influjo en el Renacimiento, y es todavía el más leído de los grandes pensadores
políticos.
Pero resulta que el modelo
“estado-ciudad” de los griegos, resultó, finalmente, un experimento político
con claras contradicciones. Atenas, como otras ciudades, fue gobernada alternamente
por reyes, por tiranos, luego pasa a la aristocracia y de esta a la democracia.